martes, 18 de agosto de 2009

El testigo silencioso

“y el caminito que recorre se va a grabar en su recuerdo por (…) los adioses de la despedida que le acompañan aún en el silencio de la noche, y la dulzura próxima del retorno”
(Marcel Proust, Por el camino de Swann)


Un viaje puede significar muchas cosas en la vida de una persona. Viajar, palabra fugitiva que nos incita al movimiento tanto hacia los confines del mundo interior, como del mundo exterior.

Recuerdo los momentos previos al viaje en familia, solían ser un caos. Instantes de ansiedad, todos repasando mentalmente lo que sí debía llevarse y lo que no. Extraña sensación de entusiasmo. Partir, no importa lugar ni horario, día o estación. Sólo partir.

Ruta nacional Nº 3, sur. 630 kilómetros desde la Ciudad de Buenos se tiñen con el color del paisaje. Verde, azul, celeste, blanco y nuevamente verde. Fantástica línea del horizonte. Escenario de pura libertad. A 78 km. de la ciudad de Bahía Blanca, de donde es oriundo mi padre, un desvío anticipa que me deparan 30 km. de grandes médanos cubiertos por asfalto. Minutos más sólo será la calle angosta y el típico cartel verde (anuncio de ruta) el que me de la bienvenida a: Monte Hermoso.

Monte Hermoso es un pequeño distrito ubicado sobre la costa atlántica. Su nombre hace referencia a un médano que alcanzó a medir 36 metros de altura siendo visible a gran distancia, en lo que se conocía como Punta Tejada. Originariamente las tierras que hoy lo integran, fueron cedidas a mediados del siglo XIX a familiares de don Juan Manuel de Rosas. En el año 1879, Esteban Dufaur decidió comprar 4.000 hectáreas de estas tierras y encomendó a su hijo Sulpicio Esteban la tarea de organizar un establecimiento rural, teniendo en cuenta su ubicación de privilegio frente al mar.

El invierno siempre ha sido una estación particular para emprender viajes, el frío se escabulle por debajo de los abrigos y uno tiende a resguardarse de las actividades al aire libre. Las costas atlánticas de nuestro país pierden el color del verano con el que tanto se caracterizan y un aspecto gris se apodera tanto de las paredes de los edificios como de las puertas de las casas. La gente y los autos parecen desplazarse en cámara lenta o a una velocidad mínima. Si no fuese por el hecho de que en verdad el invierno no logra oscurecer en estos pagos el buen ánimo de los lugareños quienes atienden sus comercios con grandes sonrisas y siempre están dispuestos a charlar un ratito aunque sea sobre el clima, podría decirse que estamos frente a un clásico “pueblo fantasma”. En parte creo que la quietud se debe al hecho de que se avecina la hora de la siesta, un descanso general donde todo parece inmóvil con la excepción de algunos jóvenes lugareños inquietos o los antiguos visitantes de este lugar que saben de fríos y que prefieren emplear su tiempo en pasear, reencontrarse con todas aquellas cosas que vuelan en el recuerdo, como es en mi caso.

Hasta el año 1935 Monte Hermoso pertenecía al partido de Bahía Blanca. Luego a través de un proyecto del legislador Gregorio Juárez se anexaron las tierras al partido de Coronel Dorrego de quien se independizó definitivamente un 1º de abril de 1979 primero bajo la forma de municipio urbano de Monte Hermoso hasta el 23 de mayo de 1983 cuando fue promulgada la ley 9949 designándolo: Partido de Monte Hermoso.

Recorrer, implica volver a caminar por calles que parecen contar historias y anécdotas. Noches de verano y fiestas de carnaval con mis hermanos y amigos, agua y espuma por doquier, música y mucho cuidado por miedo a perderme entre la multitud. El cuerpo popular y la efusión colectiva.[1]

A pesar del correr del tiempo, hay cosas que perduran en sus mismas condiciones. Es justamente al lado del edificio más alto de Monte Hermoso, el cual logra cubrir la vista de las extensas playas y de aproximadamente toda la ciudad, donde permanece una vieja casita pequeña de color azul profundo. Aún hoy conserva un aspecto inocente que yo misma le atribuía en mi infancia gracias a la tranquilidad y a la calidez que me inspiraba. Aún hoy parece reunir todas las cualidades necesarias para hacer frente la inmensidad del edificio que se alza a su lado izquierdo.

Por otro lado, nuevas calles pavimentadas se lucen en la entrada al centro de Monte Hermoso, varias propiedades horizontales con formato de galería, negocios de indumentaria, restoranes, servicios de alojamiento hotelero (el turismo de masas ha llegado al Partido de Monte) y los clásicos almacenes de los lugareños que abren sus puertas todo el año y a toda hora, obviando la hora de la siesta que como ya dije, es sagrada.

La casa de turismo, un negocio ubicado entre las nuevas construcciones, deja ver por detrás de sus vidrios llamativos anuncios que promocionan actividades de verano en las playas. Al parecer, Monte Hermoso crece.

Geográficamente se extiende a lo largo de 32 km. Tiempo atrás caminar largos tramos de playa, por momentos con suaves declives, me habría parecido eterno pero el pensamiento cambia cuando uno aprende a descubrir en el camino el amable viento que roza la cara.

Respirar. Sólo eso.

La práctica de caminar por las playas de Monte Hermoso ha de ser una costumbre legendaria en mi familia. Mi padre acompañado de mis tíos y mis abuelos emprendía la caminata hasta el final del partido donde se encuentra el faro una y otra vez, cada verano que se encontraban de visita. Años después, seríamos mis hermanos y yo acompañados de mis padres quienes disfrutaríamos de la extensión de las playas y la satisfacción de encontrar el destino.

-Si hay algo inolvidable y que caracteriza a este lugar es la salida y la puesta del sol sobre el mar, haciendo eternas las tardes y los días.

La pasividad de la tarde oponiéndose al ruido de las olas que se arman y se desarman chocando unas con otras me incitan al movimiento. El Sol aún se mantiene distante del mar y me hace saber que las horas se alargarán mucho más de lo que señala mi reloj. La arena debajo de mis pies es una agradable sensación de cable a tierra, una conexión particular entre el mundo y mi cuerpo, una fuerza que corre de pies a cabeza llenándome de energía. Caminar a orillas del mar implica una constante música de fondo, nada muy definido. El viento te despeina y las gaviotas parecen volar contra viento y marea.

A distancia se encuentra el muelle de pescadores. En mi infancia tenía un aspecto pobre, a medio terminar. En la actualidad se encuentra igual. Sus columnas parecen poco seguras pero aún así resisten con fuerza los golpes de las olas, esa fuerza extraordinario que encarnan frente a la construcción.

El diario La nueva provincia publicó hace un tiempo la decisión de demoler ambos espigones que se encuentran en las playas de Monte Hermoso. A pesar de ser una decisión tomada el Intendente del partido, Alejandro Dichiara, aseguró que sería un trabajo que llevaría mucho tiempo dada la dificultad de poder desmontar los pilotes del ras del piso hacia abajo. El deterioro es un hecho evidente que peligra a gran parte de quienes se encuentren por sus alrededores.

Año tras año, me sitúo debajo de las pasarelas de los muelles con el fin de retener en la retina de mis ojos la imagen de un mar enmarcado por las pilastras que los sostienen. Absurda paradoja de creer que la inmensidad encuentra límites.

En épocas de verano, a esta misma hora (6-7 de la tarde) los pescadores de redes portátiles despliegan su arte. Hombres y jóvenes de diferentes edades toman el carácter necesario para compartir un momento en conjunto y colaborar con el acto. Nadie dice que no a nadie, todos se ven envueltos en la expectativa del ritual. Sonrisas quedan plasmadas en las fotografías; el recuerdo de participar en una costumbre lugareña.

Fotografía: intento siempre vano de detener el tiempo. Perplejidad de encontrarse frente a lo perdido: la emoción de ese encuentro.

Inclinado en las tardes
tiro mis (…) redes
a tus ojos oceánicos.[2]

Cruzando el espigón el Faro Recalada, icono del fin del partido de Monte Hermoso, se vuelve el único vigía de estas playas desoladas. La soledad sin parecerse a ella se acompaña del sonido del mar y uno parece caminar en búsqueda de ése fin que puede hacerse llamar destino. Destino como fin del camino, destino como reencuentro con uno mismo, destino como apropiación o meta de lo que vendrá, destino como verdad. Destino, deseos de búsqueda y de conquista.

Entre el espigón y el faro, entre el mar y una serie de murallas.

Paredes desgastadas por el correr de los vientos se elevan a mi costado para evitar inundaciones provenientes de las tormentas marinas en lo que es denominado el Barrio de los pescadores. Un barrio compuesto por apenas seis casas que disfrutan de la vista directa del mar y una calle de tierra arenosa que las separa de verdes prados abundados en vegetación. Ambos paisajes, postales naturales.

Pienso que debe ser difícil vivir acompañado de esta constante música, de día y de noche, de mañana y de tarde el ir y venir de las olas, sumado a un faro intimidante que parece mirarlo, escucharlo y saberlo todo.

No sé si aprendo música o conciencia (…)
El hecho es que hasta cuando estoy dormido
de algún modo magnético circulo
en la universidad del oleaje.[3]

Un par de metros bastan para descubrir ornamentaciones sobre estas murallas. Diferentes caparazones o caracolillos hacen a las decoraciones un arte inusual que genera en quien lo observe las ganas de querer pasar su mano por encima, sentir sus texturas y formas, apelar al tacto humano, más allá de la visión que curiosamente a corta distancia se confunde y masifica, y en lejanía grande es la diferencia que puede hacer sobre cada uno de los dibujos: peces, moluscos, tiburones y pulpos. Más allá de toda posible definición, sigo sin encontrar una explicación que cubra al arte. Simplemente sucede y no importa lugar o material, ni el quién o el cómo. El arte tampoco resiste a los límites. Es necesario para todos.

Importante. La naturalidad de la que tanto se habla hoy en día, tiempos pasados abría paso al hallazgo de almejas y ostras de grandes tamaños en las orillas de las playas más alejadas, es decir, ¡estas orillas!...Al parecer, la acción depredadora del hombre fue mermando con todo ello.

Conciencia. Lo que el hombre destruye lo destruye para siempre.

Es la costumbre la que nos hace situarnos constantemente frente a la mirada de un mar que luce su horizonte como sombrero elegante. Pocas veces nos damos vuelta para asombrarnos de la orilla que mira. El mar y su horizonte, el partir. La orilla, es de los que se quedan.

De esta forma el mar queda a nuestras espaldas (aún así, siempre presente). Son 7 los kilómetros desde donde me encuentro a la ciudad balnearia de Monte. La vista se alborota llenándose de un color verde bosque. En dirección crecida hacia el cielo: el Faro Recalada.

La historia a cerca de los faros encuentra orígenes en el uso de señales luminosas destinadas a guiar a los navegantes. En sus comienzos solía tratarse de fogatas que ardían en lo alto de una colina próxima a la costa, de modo que fuese suficientemente visible desde el mar. Con el correr de los años, columnas y torres fueron siendo perfeccionadas, sus luces guías sufrieron varias transformaciones hasta alcanzar la energía eléctrica que hoy utilizan.

-El amor por el mar, la visión reconfortante de la luz en la recalada, las muchas horas dedicadas a contar los segundos entre ciclo y ciclo.

La historia de los faros en Argentina reconoce como un hito importante el año 1881, cuando en el mes de febrero el presidente Julio Argentino Roca creó la comisión de Faros y Balizas con el objetivo de estudiar la señalización de la costa atlántica. El 22 de noviembre de ese mismo año se instaló una farola, con alcance de 12 millas, en la cima del accidente costero, posteriormente conocido como Monte Hermoso, siendo la única señal para ingresar a cualquiera de los seis puertos de la ría de Bahía Blanca. La inauguración oficial del Faro Recalada fue llevada a cabo un 1º de enero de 1906. Su construcción habría sido decidida en el año 1904 y fue dirigida por el Ingeniero Luiggi, quién también dirigió la construcción de la base Naval Puerto Belgrano. Los materiales fueron provistos desde Francia por la misma empresa que se haría cargo de la construcción de la torre Eiffel.

Un siglo atrás, el lugar presentaba varias y serias dificultades para el transporte de materiales, pues estaba cerrado por cadenas de médanos vivos. Dadas las circunstancias, tuvo que adoptarse el transporte por mar para hacer llegar a la zona los insumos necesarios para la construcción. Transportada por la empresa Barbier Bernad y Turenne fue embalado en unos 100 cajones con etiquetas en las que podía leerse el destino, Monte Hermoso.

El Faro Recalada ubicado en el final del partido de Monte Hermoso (a 11 kilómetros de la desembocadura del río Sauce Grande) trata de una inmensa torre metálica que se compone de un tubo central que alberga 293 escalones que hay que ascender si se quiere alcanzar la garita de iluminación. La enormidad de su tamaño obligó a sus cimientos ubicarse hundidos 9 m por debajo de la superficie del terreno.

Entrecerrar los ojos, tratar de retener con la mirada. Intimida verse frente a semejante construcción. Su altura logra apoderarse del mar, de las costas cercanas y de las lejanas, de todo el partido de Monte Hermoso e incluso más allá del mismo.

Mi padre me contaba que en su infancia el juego que mi abuelo le proponía al él y sus hermanos era descubrir la luz del faro aún viajando en la ruta. De esta forma, las narices contra el vidrio de la ventana del auto bastaban para deleitarse con el primer minúsculo punto brillante en la oscuridad de la noche que marcaría el destino al que esperaban arribar.

Todavía en los ojos siento esa luz burlona
de miles de faroles sobre el tropel de pasos [4]

El faro sabe de historias y leyendas. La del velero Lucinda Sutton solía ser aquella que siempre agrandaba de asombro nuestros ojos.

Los hechos reales habían sido los siguientes. Un primero de abril de 1917, una importante carga de madera proveniente del velero norte americano fue arrojada al mar en las cercanías del Faro para evitar su naufragio. Las tablas, desplegadas por las playas dieron a Estaban Dufaur la idea de crear el primer Hotel de Madera frente al mar. El cual fue deteriorándose dejando rastros de su lujo y elegancia en el recuerdo de quienes lo conocieron.

El misterio que tanto nos asombraba tenía un origen posterior. Había quienes decían que cada primero de abril en plena oscuridad de la noche al pie del faro, un feroz oleaje acercaba a las orillas grandes cantidades de madera. A la distancia la luz del faro delataba un velero que se esfumaba en el horizonte, sembrando la duda. Lo extraño era, que ningún barco o velero se encontraba registrado en las rutas de navegación y todo lo que se veía, incluso las grandes maderas no encontraban proveniencia…

Tiempo que no parece estar cuantificado. Un diálogo interno; debatir para tratar de entenderlo todo.

Son muchos los escritores, poetas que han hecho de los mares y de los faros, protagonistas por excelencia. Se encuentran en la búsqueda, saben y nos enseñan a mirar sus encantos y sus historias. Esa rara manera de reanudar, reencontrar, redescubrir sentidos.

Es probable que nunca haya respuesta
pero igual seguiremos preguntando
(…)
¿por qué fascina el mar?
¿qué significa ese enigma que queda
más acá y más allá del horizonte?[5]

Me pregunto por la existencia y su verdadera utilidad. El faro, su connotación con el destino como con el viaje mismo. La confianza de ser guiados por iluminas conocidas o desconocidas que se cruzan en nuestras rutas, caminos y fronteras. Luces que han servido de guía ante lo desconocido, que han mantenido vivas esperanzas y han acercado otras. Compañía para quienes se han encontrado rodeados de inmensos kilómetros de agua o extensos pensamientos, dudas que atraviesan por demás nuestras mentes. Viajamos a los confines del mundo interior en búsqueda de nuestra propia identidad y tal como lo hacía en mi infancia, simplemente partí. Me vi envuelta en diferentes luces, destellos de lo que puedo ser y de lo que fue.

Es tu faro. Es tu luz, la que buscas,al borde del acantilado,en el mirador donde tu memoriase llena de sueños nuevos.[6]

Los recuerdos y la memoria reviven. Reaparecen para afianzar y consolidar, para poder desplegar mapas inteligibles que hagan inmediato lo distante, visible lo invisible[7]. Desarrollar la memoria es poner en cuestión un nuevo punto de partida hacia lo siguiente. Sin embargo, el mar provoca olvidarnos en seguida de dónde habíamos venido, sin preocuparnos hacia dónde íbamos, viviendo sólo el momento presente. Su perfección suspende el tiempo. Con el parpadear todo se reconstruye, el pasado, el presente, el futuro.

y cambió bruscamente mi existencia:
di mi adhesión al puro movimiento[8]

En el cielo, desplegado el último color del faro. Su silencio trasmite una turbadora tensa y elemental melancolía[9]. La vista se agudiza. Inmortalizo el momento en que nuevamente fui minúscula ante él. Algo paraliza pero no hace vacilar los recuerdos. Es entonces cuando el sonido del mar parece desaparecer, los oídos se tapan, los pies se vuelven firmes raíces que crecen en el suelo y el cielo nuestra propia cabeza o techo. Las dudas o pensamientos se evaporizan para resurgir en cualquier otro soplo de viento. En el desenlace de los hechos todos escuchan al testigo silencioso.


[1] Concepto utilizado para describir al cuerpo humano en la Edad Media.
[2] Neruda, Pablo; Poema 7.
[3] Neruda, Pablo, poema: El mar.
[4] Pavese, Cesare, Poemas méditos, poemas elegidos; Los Mares del sur. Buenos Aires, Fausto, 1975
[5] Benedetti, Mario; poema: El mar.
[6] Sánchez Rivas, Jesús; poema: El Faro.
[7]Miles Harvey, La isla de los mapas perdidos: Cómo hacer un mapa, cómo llevarse un mapa, p. 84
[8] Neruda, Pablo; poema: El mar.
[9] Benedetti, Mario; poema: El mar.



*Taller de Expresión I; Proyecto Narrativo, 1º cuatrimestre 2009

3 comentarios:

  1. "Absurda paradoja de creer que la inmensidad encuentra límites"

    me encanto!
    gracias por tu comentario!

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  2. Muy bueno. La verdad me gusto mucho. Prodrias invitar a todos tus compañeritos de taller para conocer ese lugar jaja...
    Saludos!!!!

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  3. m vic: Esta muy bueno, me gustó, contas todo al detalle y eso ayuda y parece que uno sin conocerlo, lo conoce a traves de tu texto y no pude evitar sentir lo mismo que vos.

    Pd: sabes que tu texto me hizo acordar al mio en partes muy explícitas. jaja te juro que es la primera vez que leo tu texto... no puedo creer que usé frases tan textualmente parecidas a las tuyas en el mio.

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