domingo, 22 de noviembre de 2009

Combinando ecos

Arte. En términos generales se llama arte a la actividad o producto en los que el hombre logra expresar emociones o ideas, incluso una visión del mundo mediante diversos recursos. En la actualidad este concepto se encuentra sometido a una serie de profundas polémicas debido a una gran variación dependiente de una cultura, movimiento o simplemente, el grupo de personas para las cuales el término es productor de sentido.

Pensar en arte es envolverse a uno mismo bajo el un manto de cuestiones, dudas e interrogaciones. Algo que nace por fuera de lo concreto y real. Un mundo de abstracción que clasifica lo objetivo y subjetivo dentro de diferentes planos y distintas épocas.

Preguntarnos qué es el arte tiende a ser el primer impulso que se nos presenta a la hora de convertirnos en espectadores. Los nervios se cierran en el pecho, una sensación dulce y amarga se centra en lo que puede ser y en lo que es.

El ritual del encuentro: la escena en la que los sentimientos se evocan. Transforman el fluir de la propia existencia. No se limitan a fronteras y al mismo tiempo nada es ajeno. La imaginación florece, transforma realidades. El tiempo no tiene límites ni fin.

Es entonces cuando nuestros conocimientos vacilan y las realidades se vuelven nubes impalpables. ¿Es el arte algo posiblemente definido? A modo lógico, si deseáramos tener un marco de referencia sobre lo que es el arte, probablemente en las enciclopedias o diccionarios encontraríamos una definición como la que se halla al comienzo de este trabajo ¿pero reuniría todas las variantes y condiciones existentes que modifican y hacen al arte en su totalidad?

Quien lo mencione, a grandes rasgos recordará nombres, lugares y obras. Un sin fin de imágenes encontrarán su correspondiente significado unidos como con flecha, a raíz de lo que caracteriza al hombre como “conocedor todo”.

¿No deberíamos tolerar la duda y el compás que marca su propio ritmo? ¿Reconocer que no todo juega entre límites?

Una verdadera obra de arte es aquella que produce un cambio en el observador. Es el umbral o portal a lo desconocido. El ansiado viaje para explicarnos quiénes somos a nosotros mismos o como diría Italo Calvino “una respuesta sobre mí (…) en qué hora está mi vida”. Ambos roles se entrecruzan y se complementan. Una obra no sería tal sin su espectador. El espectador quedaría a mitad de camino bajo la propia indagación de identidad sin la obra.

Nuestra propia ley de seguridad personal, nos obliga a someternos a innumerables medidas de protección. El arte rompe con el hermetismo. Invita al invisible e indomable buscador que habita en cada uno de nosotros a atreverse, a aventurarse en ese maravilloso desconocido. No se es la misma persona luego de exponerse a ella…

¿Sabremos descubrir nuevas formas para combinar sus ecos?

lunes, 9 de noviembre de 2009

Proyecto argumentativo: primera versión

Diario:

Lunes 2 de Noviembre de 2009

Una vez claras las ideas en mi mente comienzo a plasmarlas en mi primera versión de trabajo argumentativo. Las palabras fluyen y comienzo a darme cuenta de que el “carácter liberal” por así decir, que pretendía que tuvieran fueron escurriéndose bajo una mirada más crítica del arte moderno y la comercialización del mismo.A diferencia de la segunda división presente en mi trabajo. El encuadre visto desde el lado del espectador recae en el aspecto metafórico y laxo que quería abarcar en la primera instancia.Ambas partes dirigidas desde una misma mirada se contraponen en las formas expositivas, variantes de léxico y tonalidad que se les fue atribuida. Sin embargo, creo que se contrarrestan desde la visión de una crítica externa hacia algo más íntimo que encuentra relación en la experiencia.

Primera versión:

Arte en crisis


Arte. En términos generales se llama arte a la actividad o producto en los que el hombre logra expresar emociones o ideas, incluso una visión del mundo o época, mediante diversos recursos. En la actualidad la noción de “arte” se encuentra sometida a una serie de profundas polémicas debido a una gran variación dependiente de una cultura, movimiento o simplemente, el grupo de personas para las cuales el término es productor de sentido.

Desde siempre el arte ha cumplido un papel social por demás de su estética predominante. Con el correr de los tiempos se ha previsto y utilizado como un medio para dar a conocer nuevas y viejas ideas, gustos e incluso convicciones religiosas y políticas. El arte es ante todo, una forma de comunicación. Una categoría más dentro de lo llamado Lenguaje Visual; un sistema con el que podemos enunciar mensajes y recibir información a través del sentido de la vista.

Hace un poco más de un siglo todas estas características y funciones han corrido la suerte de verse desplazadas por un oleaje provocativo e irradiador de vanguardias. Algo así como el trabajo del artista en la búsqueda del escándalo, variando entre lo inusual y lo atractivo, algo verdaderamente trascendental, hasta el mamarracho sofisticado.

Hoy en día el público que asiste a los museos, galerías o sectores donde el arte se democratiza (plazas públicas y centros culturales) se encuentran ante la falta de claves para la interpretación de este arte actual. Es entonces cómo el artista se cuela por debajo de las acostumbradas “racionalidades” del arte. Es preciso aclarar, que no es mi intención que el concepto de racionalidad enmarque dentro de determinados parámetros a algo tan significativo y abarcativo como lo es el arte mismo. Sin embargo, sí envuelve a todas aquellas modalidades que se encuentran por fuera de la expresión y el verdadero vanguardismo, encerrando tendencias comerciales, frutos de un modelo donde todo se ve envuelto en la preferencia del mercado.

La verdadera problemática ha de surgir en la imprecisión y en la no diferenciación del valor que se desprende de cada una de las obras. Muestras modernas de carácter relevante en todo nuestro país se presentan sin miedo alguno a esta intimidación. Los “grandes representantes del arte” como así se llaman entre ellos no son menos que artistas nacidos de la conveniencia del dinero. Eso sí que es arte fácil.

No son concientes que sus actos encuentran extensión y relevancia en los espectadores desilusionados que creen no estar en condiciones de pertenecer a un mundo tan amplio y extendido como es el arte.

El error recae plenamente sobre aquellos que de manera destructiva logran encuadrar bajo la fórmula del éxito o del mayor beneficio a todos los productos sin temer a distinciones. Persiguen su finalidad sin consideración de la verdadera esencia que hace a la maravillosidad de la expresión humana. Rompen con el ansiado ritual del encuentro espectador - obra.

Espectador debería ser todo aquel que aprecia una obra o asiste a un espectáculo. Un sujeto producto de la construcción del autor de una obra para que la aprecie.

El ritual del encuentro, la escena en la que los sentimientos del espectador se evocan. Transforman el fluir de la propia existencia. No se limitan a fronteras, nada es ajeno. La imaginación florece, transforma realidades. El tiempo no tiene límites ni fin.

Una obra de arte…aquella que produce un cambio en el observador. El umbral o portal a lo desconocido y que muchos ansiamos cruzar para explicarnos quiénes somos a nosotros mismos o como diría Italo Calvino “una respuesta sobre mí (…) en qué hora está mi vida”.

El espectador logra exponerse frente a lo expuesto. Nuestra propia ley de seguridad personal, nos obliga a someternos a innumerables medidas de protección y sin embargo, la obra rompe con el hermetismo. Invita al invisible e indomable buscador que habita en cada uno de nosotros a atreverse, a aventurarse en ese maravilloso desconocido. No se es la misma persona luego de exponerse a ella. La esencia de su origen, su respuestas, incluso sus nuevos enigmas quedan en la memoria de nuestro ser. Descubren nuevas formas para combinar sus ecos.

La comercialización en cambio, destruye el ámbito artístico. Genera nuevas modalidades dentro de los cuales el mayor logro de los próximos vanguardistas o pioneros será vender a toda costa sus obras, bajo los rasgos que caracterizan a la sociedad de consumo en la que nos vemos envueltos. De esta forma la plena esencia artística desaparecería. Dejarían a los espectadores, fuera de su mayor disfrute. La burbuja imaginativa, la mirada dócil y delicada, el silencio perpetuo, el recuerdo del detalle… todo arrebatado por una ola negra. ¿Quién decide que esto continúo siendo así o se detenga? Nosotros.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Se me ocurre que vas a llegar distinta
no exactamente más linda
ni más fuerte
ni más dócil
ni más cauta
tan sólo que vas a llegar distinta
como si esta temporada de no verme
te hubiera sorprendido a vos también
quizá porque sabés
cómo te pienso y te enumero
Bienvenida- Mario Benedetti

viernes, 4 de septiembre de 2009

martes, 18 de agosto de 2009

El testigo silencioso

“y el caminito que recorre se va a grabar en su recuerdo por (…) los adioses de la despedida que le acompañan aún en el silencio de la noche, y la dulzura próxima del retorno”
(Marcel Proust, Por el camino de Swann)


Un viaje puede significar muchas cosas en la vida de una persona. Viajar, palabra fugitiva que nos incita al movimiento tanto hacia los confines del mundo interior, como del mundo exterior.

Recuerdo los momentos previos al viaje en familia, solían ser un caos. Instantes de ansiedad, todos repasando mentalmente lo que sí debía llevarse y lo que no. Extraña sensación de entusiasmo. Partir, no importa lugar ni horario, día o estación. Sólo partir.

Ruta nacional Nº 3, sur. 630 kilómetros desde la Ciudad de Buenos se tiñen con el color del paisaje. Verde, azul, celeste, blanco y nuevamente verde. Fantástica línea del horizonte. Escenario de pura libertad. A 78 km. de la ciudad de Bahía Blanca, de donde es oriundo mi padre, un desvío anticipa que me deparan 30 km. de grandes médanos cubiertos por asfalto. Minutos más sólo será la calle angosta y el típico cartel verde (anuncio de ruta) el que me de la bienvenida a: Monte Hermoso.

Monte Hermoso es un pequeño distrito ubicado sobre la costa atlántica. Su nombre hace referencia a un médano que alcanzó a medir 36 metros de altura siendo visible a gran distancia, en lo que se conocía como Punta Tejada. Originariamente las tierras que hoy lo integran, fueron cedidas a mediados del siglo XIX a familiares de don Juan Manuel de Rosas. En el año 1879, Esteban Dufaur decidió comprar 4.000 hectáreas de estas tierras y encomendó a su hijo Sulpicio Esteban la tarea de organizar un establecimiento rural, teniendo en cuenta su ubicación de privilegio frente al mar.

El invierno siempre ha sido una estación particular para emprender viajes, el frío se escabulle por debajo de los abrigos y uno tiende a resguardarse de las actividades al aire libre. Las costas atlánticas de nuestro país pierden el color del verano con el que tanto se caracterizan y un aspecto gris se apodera tanto de las paredes de los edificios como de las puertas de las casas. La gente y los autos parecen desplazarse en cámara lenta o a una velocidad mínima. Si no fuese por el hecho de que en verdad el invierno no logra oscurecer en estos pagos el buen ánimo de los lugareños quienes atienden sus comercios con grandes sonrisas y siempre están dispuestos a charlar un ratito aunque sea sobre el clima, podría decirse que estamos frente a un clásico “pueblo fantasma”. En parte creo que la quietud se debe al hecho de que se avecina la hora de la siesta, un descanso general donde todo parece inmóvil con la excepción de algunos jóvenes lugareños inquietos o los antiguos visitantes de este lugar que saben de fríos y que prefieren emplear su tiempo en pasear, reencontrarse con todas aquellas cosas que vuelan en el recuerdo, como es en mi caso.

Hasta el año 1935 Monte Hermoso pertenecía al partido de Bahía Blanca. Luego a través de un proyecto del legislador Gregorio Juárez se anexaron las tierras al partido de Coronel Dorrego de quien se independizó definitivamente un 1º de abril de 1979 primero bajo la forma de municipio urbano de Monte Hermoso hasta el 23 de mayo de 1983 cuando fue promulgada la ley 9949 designándolo: Partido de Monte Hermoso.

Recorrer, implica volver a caminar por calles que parecen contar historias y anécdotas. Noches de verano y fiestas de carnaval con mis hermanos y amigos, agua y espuma por doquier, música y mucho cuidado por miedo a perderme entre la multitud. El cuerpo popular y la efusión colectiva.[1]

A pesar del correr del tiempo, hay cosas que perduran en sus mismas condiciones. Es justamente al lado del edificio más alto de Monte Hermoso, el cual logra cubrir la vista de las extensas playas y de aproximadamente toda la ciudad, donde permanece una vieja casita pequeña de color azul profundo. Aún hoy conserva un aspecto inocente que yo misma le atribuía en mi infancia gracias a la tranquilidad y a la calidez que me inspiraba. Aún hoy parece reunir todas las cualidades necesarias para hacer frente la inmensidad del edificio que se alza a su lado izquierdo.

Por otro lado, nuevas calles pavimentadas se lucen en la entrada al centro de Monte Hermoso, varias propiedades horizontales con formato de galería, negocios de indumentaria, restoranes, servicios de alojamiento hotelero (el turismo de masas ha llegado al Partido de Monte) y los clásicos almacenes de los lugareños que abren sus puertas todo el año y a toda hora, obviando la hora de la siesta que como ya dije, es sagrada.

La casa de turismo, un negocio ubicado entre las nuevas construcciones, deja ver por detrás de sus vidrios llamativos anuncios que promocionan actividades de verano en las playas. Al parecer, Monte Hermoso crece.

Geográficamente se extiende a lo largo de 32 km. Tiempo atrás caminar largos tramos de playa, por momentos con suaves declives, me habría parecido eterno pero el pensamiento cambia cuando uno aprende a descubrir en el camino el amable viento que roza la cara.

Respirar. Sólo eso.

La práctica de caminar por las playas de Monte Hermoso ha de ser una costumbre legendaria en mi familia. Mi padre acompañado de mis tíos y mis abuelos emprendía la caminata hasta el final del partido donde se encuentra el faro una y otra vez, cada verano que se encontraban de visita. Años después, seríamos mis hermanos y yo acompañados de mis padres quienes disfrutaríamos de la extensión de las playas y la satisfacción de encontrar el destino.

-Si hay algo inolvidable y que caracteriza a este lugar es la salida y la puesta del sol sobre el mar, haciendo eternas las tardes y los días.

La pasividad de la tarde oponiéndose al ruido de las olas que se arman y se desarman chocando unas con otras me incitan al movimiento. El Sol aún se mantiene distante del mar y me hace saber que las horas se alargarán mucho más de lo que señala mi reloj. La arena debajo de mis pies es una agradable sensación de cable a tierra, una conexión particular entre el mundo y mi cuerpo, una fuerza que corre de pies a cabeza llenándome de energía. Caminar a orillas del mar implica una constante música de fondo, nada muy definido. El viento te despeina y las gaviotas parecen volar contra viento y marea.

A distancia se encuentra el muelle de pescadores. En mi infancia tenía un aspecto pobre, a medio terminar. En la actualidad se encuentra igual. Sus columnas parecen poco seguras pero aún así resisten con fuerza los golpes de las olas, esa fuerza extraordinario que encarnan frente a la construcción.

El diario La nueva provincia publicó hace un tiempo la decisión de demoler ambos espigones que se encuentran en las playas de Monte Hermoso. A pesar de ser una decisión tomada el Intendente del partido, Alejandro Dichiara, aseguró que sería un trabajo que llevaría mucho tiempo dada la dificultad de poder desmontar los pilotes del ras del piso hacia abajo. El deterioro es un hecho evidente que peligra a gran parte de quienes se encuentren por sus alrededores.

Año tras año, me sitúo debajo de las pasarelas de los muelles con el fin de retener en la retina de mis ojos la imagen de un mar enmarcado por las pilastras que los sostienen. Absurda paradoja de creer que la inmensidad encuentra límites.

En épocas de verano, a esta misma hora (6-7 de la tarde) los pescadores de redes portátiles despliegan su arte. Hombres y jóvenes de diferentes edades toman el carácter necesario para compartir un momento en conjunto y colaborar con el acto. Nadie dice que no a nadie, todos se ven envueltos en la expectativa del ritual. Sonrisas quedan plasmadas en las fotografías; el recuerdo de participar en una costumbre lugareña.

Fotografía: intento siempre vano de detener el tiempo. Perplejidad de encontrarse frente a lo perdido: la emoción de ese encuentro.

Inclinado en las tardes
tiro mis (…) redes
a tus ojos oceánicos.[2]

Cruzando el espigón el Faro Recalada, icono del fin del partido de Monte Hermoso, se vuelve el único vigía de estas playas desoladas. La soledad sin parecerse a ella se acompaña del sonido del mar y uno parece caminar en búsqueda de ése fin que puede hacerse llamar destino. Destino como fin del camino, destino como reencuentro con uno mismo, destino como apropiación o meta de lo que vendrá, destino como verdad. Destino, deseos de búsqueda y de conquista.

Entre el espigón y el faro, entre el mar y una serie de murallas.

Paredes desgastadas por el correr de los vientos se elevan a mi costado para evitar inundaciones provenientes de las tormentas marinas en lo que es denominado el Barrio de los pescadores. Un barrio compuesto por apenas seis casas que disfrutan de la vista directa del mar y una calle de tierra arenosa que las separa de verdes prados abundados en vegetación. Ambos paisajes, postales naturales.

Pienso que debe ser difícil vivir acompañado de esta constante música, de día y de noche, de mañana y de tarde el ir y venir de las olas, sumado a un faro intimidante que parece mirarlo, escucharlo y saberlo todo.

No sé si aprendo música o conciencia (…)
El hecho es que hasta cuando estoy dormido
de algún modo magnético circulo
en la universidad del oleaje.[3]

Un par de metros bastan para descubrir ornamentaciones sobre estas murallas. Diferentes caparazones o caracolillos hacen a las decoraciones un arte inusual que genera en quien lo observe las ganas de querer pasar su mano por encima, sentir sus texturas y formas, apelar al tacto humano, más allá de la visión que curiosamente a corta distancia se confunde y masifica, y en lejanía grande es la diferencia que puede hacer sobre cada uno de los dibujos: peces, moluscos, tiburones y pulpos. Más allá de toda posible definición, sigo sin encontrar una explicación que cubra al arte. Simplemente sucede y no importa lugar o material, ni el quién o el cómo. El arte tampoco resiste a los límites. Es necesario para todos.

Importante. La naturalidad de la que tanto se habla hoy en día, tiempos pasados abría paso al hallazgo de almejas y ostras de grandes tamaños en las orillas de las playas más alejadas, es decir, ¡estas orillas!...Al parecer, la acción depredadora del hombre fue mermando con todo ello.

Conciencia. Lo que el hombre destruye lo destruye para siempre.

Es la costumbre la que nos hace situarnos constantemente frente a la mirada de un mar que luce su horizonte como sombrero elegante. Pocas veces nos damos vuelta para asombrarnos de la orilla que mira. El mar y su horizonte, el partir. La orilla, es de los que se quedan.

De esta forma el mar queda a nuestras espaldas (aún así, siempre presente). Son 7 los kilómetros desde donde me encuentro a la ciudad balnearia de Monte. La vista se alborota llenándose de un color verde bosque. En dirección crecida hacia el cielo: el Faro Recalada.

La historia a cerca de los faros encuentra orígenes en el uso de señales luminosas destinadas a guiar a los navegantes. En sus comienzos solía tratarse de fogatas que ardían en lo alto de una colina próxima a la costa, de modo que fuese suficientemente visible desde el mar. Con el correr de los años, columnas y torres fueron siendo perfeccionadas, sus luces guías sufrieron varias transformaciones hasta alcanzar la energía eléctrica que hoy utilizan.

-El amor por el mar, la visión reconfortante de la luz en la recalada, las muchas horas dedicadas a contar los segundos entre ciclo y ciclo.

La historia de los faros en Argentina reconoce como un hito importante el año 1881, cuando en el mes de febrero el presidente Julio Argentino Roca creó la comisión de Faros y Balizas con el objetivo de estudiar la señalización de la costa atlántica. El 22 de noviembre de ese mismo año se instaló una farola, con alcance de 12 millas, en la cima del accidente costero, posteriormente conocido como Monte Hermoso, siendo la única señal para ingresar a cualquiera de los seis puertos de la ría de Bahía Blanca. La inauguración oficial del Faro Recalada fue llevada a cabo un 1º de enero de 1906. Su construcción habría sido decidida en el año 1904 y fue dirigida por el Ingeniero Luiggi, quién también dirigió la construcción de la base Naval Puerto Belgrano. Los materiales fueron provistos desde Francia por la misma empresa que se haría cargo de la construcción de la torre Eiffel.

Un siglo atrás, el lugar presentaba varias y serias dificultades para el transporte de materiales, pues estaba cerrado por cadenas de médanos vivos. Dadas las circunstancias, tuvo que adoptarse el transporte por mar para hacer llegar a la zona los insumos necesarios para la construcción. Transportada por la empresa Barbier Bernad y Turenne fue embalado en unos 100 cajones con etiquetas en las que podía leerse el destino, Monte Hermoso.

El Faro Recalada ubicado en el final del partido de Monte Hermoso (a 11 kilómetros de la desembocadura del río Sauce Grande) trata de una inmensa torre metálica que se compone de un tubo central que alberga 293 escalones que hay que ascender si se quiere alcanzar la garita de iluminación. La enormidad de su tamaño obligó a sus cimientos ubicarse hundidos 9 m por debajo de la superficie del terreno.

Entrecerrar los ojos, tratar de retener con la mirada. Intimida verse frente a semejante construcción. Su altura logra apoderarse del mar, de las costas cercanas y de las lejanas, de todo el partido de Monte Hermoso e incluso más allá del mismo.

Mi padre me contaba que en su infancia el juego que mi abuelo le proponía al él y sus hermanos era descubrir la luz del faro aún viajando en la ruta. De esta forma, las narices contra el vidrio de la ventana del auto bastaban para deleitarse con el primer minúsculo punto brillante en la oscuridad de la noche que marcaría el destino al que esperaban arribar.

Todavía en los ojos siento esa luz burlona
de miles de faroles sobre el tropel de pasos [4]

El faro sabe de historias y leyendas. La del velero Lucinda Sutton solía ser aquella que siempre agrandaba de asombro nuestros ojos.

Los hechos reales habían sido los siguientes. Un primero de abril de 1917, una importante carga de madera proveniente del velero norte americano fue arrojada al mar en las cercanías del Faro para evitar su naufragio. Las tablas, desplegadas por las playas dieron a Estaban Dufaur la idea de crear el primer Hotel de Madera frente al mar. El cual fue deteriorándose dejando rastros de su lujo y elegancia en el recuerdo de quienes lo conocieron.

El misterio que tanto nos asombraba tenía un origen posterior. Había quienes decían que cada primero de abril en plena oscuridad de la noche al pie del faro, un feroz oleaje acercaba a las orillas grandes cantidades de madera. A la distancia la luz del faro delataba un velero que se esfumaba en el horizonte, sembrando la duda. Lo extraño era, que ningún barco o velero se encontraba registrado en las rutas de navegación y todo lo que se veía, incluso las grandes maderas no encontraban proveniencia…

Tiempo que no parece estar cuantificado. Un diálogo interno; debatir para tratar de entenderlo todo.

Son muchos los escritores, poetas que han hecho de los mares y de los faros, protagonistas por excelencia. Se encuentran en la búsqueda, saben y nos enseñan a mirar sus encantos y sus historias. Esa rara manera de reanudar, reencontrar, redescubrir sentidos.

Es probable que nunca haya respuesta
pero igual seguiremos preguntando
(…)
¿por qué fascina el mar?
¿qué significa ese enigma que queda
más acá y más allá del horizonte?[5]

Me pregunto por la existencia y su verdadera utilidad. El faro, su connotación con el destino como con el viaje mismo. La confianza de ser guiados por iluminas conocidas o desconocidas que se cruzan en nuestras rutas, caminos y fronteras. Luces que han servido de guía ante lo desconocido, que han mantenido vivas esperanzas y han acercado otras. Compañía para quienes se han encontrado rodeados de inmensos kilómetros de agua o extensos pensamientos, dudas que atraviesan por demás nuestras mentes. Viajamos a los confines del mundo interior en búsqueda de nuestra propia identidad y tal como lo hacía en mi infancia, simplemente partí. Me vi envuelta en diferentes luces, destellos de lo que puedo ser y de lo que fue.

Es tu faro. Es tu luz, la que buscas,al borde del acantilado,en el mirador donde tu memoriase llena de sueños nuevos.[6]

Los recuerdos y la memoria reviven. Reaparecen para afianzar y consolidar, para poder desplegar mapas inteligibles que hagan inmediato lo distante, visible lo invisible[7]. Desarrollar la memoria es poner en cuestión un nuevo punto de partida hacia lo siguiente. Sin embargo, el mar provoca olvidarnos en seguida de dónde habíamos venido, sin preocuparnos hacia dónde íbamos, viviendo sólo el momento presente. Su perfección suspende el tiempo. Con el parpadear todo se reconstruye, el pasado, el presente, el futuro.

y cambió bruscamente mi existencia:
di mi adhesión al puro movimiento[8]

En el cielo, desplegado el último color del faro. Su silencio trasmite una turbadora tensa y elemental melancolía[9]. La vista se agudiza. Inmortalizo el momento en que nuevamente fui minúscula ante él. Algo paraliza pero no hace vacilar los recuerdos. Es entonces cuando el sonido del mar parece desaparecer, los oídos se tapan, los pies se vuelven firmes raíces que crecen en el suelo y el cielo nuestra propia cabeza o techo. Las dudas o pensamientos se evaporizan para resurgir en cualquier otro soplo de viento. En el desenlace de los hechos todos escuchan al testigo silencioso.


[1] Concepto utilizado para describir al cuerpo humano en la Edad Media.
[2] Neruda, Pablo; Poema 7.
[3] Neruda, Pablo, poema: El mar.
[4] Pavese, Cesare, Poemas méditos, poemas elegidos; Los Mares del sur. Buenos Aires, Fausto, 1975
[5] Benedetti, Mario; poema: El mar.
[6] Sánchez Rivas, Jesús; poema: El Faro.
[7]Miles Harvey, La isla de los mapas perdidos: Cómo hacer un mapa, cómo llevarse un mapa, p. 84
[8] Neruda, Pablo; poema: El mar.
[9] Benedetti, Mario; poema: El mar.



*Taller de Expresión I; Proyecto Narrativo, 1º cuatrimestre 2009

martes, 4 de agosto de 2009

"Los placeres y los días" Marcel Proust

*fragmento complemento de lectura para el proyecto narrativo.

Como la naturaleza, la inteligencia tiene sus espectáculos. Nunca las auroras, nunca los claros de luna que me han hecho delirar tan a menudo hasta las lágrimas, han sobrepasado para mí en apasionada ternura ese amplio incendio melancólico que durante los paseos del final del día, matiza tantas aguas en nuestra alma, que el sol cuando se pone, hace brillar en el mar. Entonces precipitamos nuestros pasos en la noche. Más que un jinete al que aturde y embriaga la velocidad creciente de un animal adorado, nos entregamos temblando de confianza y alegría a los pensamientos tumultuosos a los que, cuanto más los poseemos y los dirigimos, sentimos pertenecer cada vez más irresistiblemente. Es con emoción afectuosa como recordaremos el campo oscuro y saludaremos las encinas llenas de noche, como el campo solemne, como los testigos épicos del impulso que nos arrastra y que nos embriaga. Elevando los ojos al cielo, no podemos reconocer sin exaltación, en el intervalo de las nubes aún conmovidas por la despedida del sol, el reflejo misterioso de nuestros pensamientos (...)

lunes, 3 de agosto de 2009

El Mar.

El Mar

Qual è l'incarnato dell`onda?
Valerio Magrelli


¿Qué es en definitiva el mar?
¿por qué seduce? ¿por qué tienta?
suele invadirnos como un dogma
y nos obliga a ser orilla

nadar es una forma de abrazarlo
de pedirle otra vez revelaciones
pero los golpes de agua no son magia
hay olas tenebrosas que anegan la osadía
y neblinas que todo lo confunden

el mar es una alianza o un sarcófago
del infinito trae mensajes ilegiblesy
estampas ignoradas del abismo
trasmite a veces una turbadora
tensa y elemental melancolía

el mar no se avergüenza de sus náufragos
carece totalmente de conciencia
y sin embargo atrae tienta llama
lame los territorios del suicida
y cuenta historias de final oscuro

¿qué es en definitiva el mar?
¿Por qué fascina? ¿por qué tienta?
es menos que un azar / una zozobra /
un argumento contra dios / seduce
por ser tan extranjero y tan nosotros
tan hecho a la medida
de nuestra sinrazón y nuestro olvido

es probable que nunca haya respuesta
pero igual seguiremos preguntando
¿qué es por ventura el mar?
¿por qué fascina el mar? ¿qué significa
ese enigma que quedamás acá y más allá del horizonte?

Mario Benedetti



El mar

NECESITO del mar porque me enseña:
no sé si aprendo música o conciencia:
no sé si es ola sola o ser profundo
o sólo ronca voz o deslumbrante
suposición de peces y navíos.
El hecho es que hasta cuando estoy dormido
de algún modo magnético circulo
en la universidad del oleaje.
No son sólo las conchas trituradas
como si algún planeta tembloroso
participara paulatina muerte,
no, del fragmento reconstruyo el día,
de una racha de sal la estalactita
y de una cucharada el dios inmenso

Lo que antes me enseñó lo guardo!
Es aire,incesante viento, agua y arena.

Parece poco para el hombre joven
que aquí llegó a vivir con sus incendios,
y sin embargo el pulso que subía
y bajaba a su abismo,
el frío del azul que crepitaba,
el desmoronamiento de la estrella,
el tierno desplegarse de la ola
despilfarrando nieve con la espuma,
el poder quieto, allí, determinado
como un trono de piedra en lo profundo,
substituyó el recinto en que crecían
tristeza terca, amontonando olvido,
y cambió bruscamente mi existencia:
di mi adhesión al puro movimiento.

Pablo Neruda

sábado, 1 de agosto de 2009


Las gaviotas que desprecian la perfección por el gusto de viajar, no llegan a ninguna parte, y lo hacen lentamente. Las que se olvidan de viajar por alcanzar la perfección, llegan a todas partes, y al instante. Recuerda, Juan, el cielo no es un lugar ni un tiempo, porque el lugar y el tiempo poco significan. El cielo es...

Juan Salvador Gaviota- Richard Bach

martes, 28 de julio de 2009

Diario 4

Lunes 20 de Julio
A partir de mi primer boceto de proyecto, traté de buscar más información sobre algunas cosas que me parecía que habían quedado muy por sobre la superficie. Es por esto que reescribí algunos párrafos del proyecto cumpliendo con este propósito.

Martes 21 de Julio

Teniendo en cuenta el comentario guía de mi profesora, reactivé una búsqueda sobre textos poéticos en relación con el mar, los faros, etc. e investigué a cerca de Marcel Proust y sus obras.
Al mismo tiempo, comencé a leer el libro Juan Salvador Gaviota de Richard Bach, con la intención de encontrar algún otro elemento que pudiera sumar a mi trabajo.

Viernes 24 de Julio

Continúo trabajando con las propuestas de mi profesora y compañera de trabajo.Finalizo de leer el texto de Bach. Sin bien no encuentro en él algo específicamente que pueda ayudar con mi trabajo, valió la pena encontrarme con éste libro que tanto da a pensar.Aún sigo en la búsqueda de un libro que tenga una mayor relación con el tema del “faro” en sí.Sigo reanudando lazos entre los diferentes párrafos del proyecto, sigo trabajando.

lunes, 20 de julio de 2009

Diario 3

Miércoles 15 de Julio

Después de organizarme, armar un cuadro con los temas principales que quería abarcar, recuerdos y de más datos, decidí enfrentar la hoja en blanco de la computadora y empezar a escribir mis primeras ideas.

Durantes los siguientes días continúe desarrollando mi proyecto hasta alcanzar un primer boceto que publico hoy en esta tercera parte de mi Diario. Incluidos en él presento fotos que me han servido de guía para poder explayarme sobre algunas cosas, averiguaciones históricas y los testimonios de mi familia.

Sin embargo, me gustaría profundizar en determinados aspectos, por sobre todo lo que es el tema del faro en sí. Espero recibir alguna recomendación de algún texto que pueda ayudarme un poco más.


El testigo silencioso

Un viaje puede significar muchas cosas en la vida de una persona. Viajar, palabra fugitiva que nos incita al movimiento tanto hacia los confines del mundo interior, como del mundo exterior.

Hace un par de años atrás los momentos previos al viaje en familia solían ser un caos. Instantes de ansiedad, todos repasando mentalmente lo que sí debía llevarse y lo que no. Extraña sensación de entusiasmo. Partir, no importa lugar ni horario, día o estación. Sólo partir.

Ruta nacional Nº 3, sur. 630 kilómetros desde la Ciudad de Buenos se tiñen con el color del paisaje. Verde, azul, celeste, blanco y nuevamente verde. Fantástica línea del horizonte. Escenario de pura libertad. A 78 km. de la ciudad de Bahía Blanca, de donde es oriundo mi padre, un desvío anticipa que me deparan 30 km. de grandes médanos cubiertos por asfalto. Minutos más sólo será la calle angosta y el típico cartel verde (anuncio de ruta) el que me de la bienvenida a: Monte Hermoso.

Monte Hermoso es un pequeño distrito ubicado sobre la costa atlántica. Su nombre hace referencia a un médano que alcanzó a medir 36 metros de altura siendo visible a gran distancia, en lo que se conocía como “Punta Tejada”. Originariamente las tierras que hoy lo integran, fueron cedidas a mediados del siglo XIX a familiares de don Juan Manuel de Rosas. En el año 1879, Esteban Dufaur decidió comprar 4.000 hectáreas de estas tierras y encomendó a su hijo Sulpicio Esteban la tarea de organizar un establecimiento rural, teniendo en cuenta su ubicación de privilegio frente al mar.
El invierno es una estación particular para visitar las costas atlánticas de nuestro país. Todo el color del verano parece desvanecerse. Es justamente aquí, a pesar de tibio sol que nos cubre, donde un aspecto gris se apodera tanto de las paredes de los edificios como de las puertas de los negocios. Sin embargo, no logra oscurecer el buen ánimo de los lugareños quienes atienden sus comercios con grandes sonrisas y siempre están dispuestos a charlar un ratito aunque sea sobre el clima. En parte creo que esto se debe al hecho de que se avecina la hora de la siesta, un descanso general donde todo parece inmóvil con la excepción de algunos jóvenes lugareños inquietos o los antiguos visitantes de este lugar, que prefieren emplear su tiempo en pasear o volver a reencontrarse con todas aquellas cosas que vuelan en el recuerdo, como es en mi caso.
Hasta el año 1935 Monte Hermoso pertenecía al partido de Bahía Blanca. Luego a través de un proyecto del legislador Gregorio Juárez se anexaron las tierras al partido de Coronel Dorrego de quien se independizó definitivamente un 1º de abril de 1979 primero bajo la forma de municipio urbano de Monte Hermoso hasta el 23 de mayo de 1983 cuando fue promulgada la ley 9949 designándolo: Partido de Monte Hermoso.
Son pocos los cambios que se han dado con el correr del tiempo. Algunos edificios nuevos, un par de calles pavimentadas, dos o tres propiedades horizontales con formato de galería. En la casa de turismo (un negocio ubicado en el centro del partido) me han dicho que las actividades acuáticas son la nueva innovación. Al parecer las playas un poco más alejadas del centro son ocupadas por todos aquellos que desean pasar las tardes practicando jet sky. Interesante sí…pero Monte Hermoso solía particularizarse por conservar la paz en sus playas.

Monte Hermoso no es un partido muy grande. Su extensión se limita en 3 o 4 kilómetros a lo ancho de sus playas. Caminar estas cuadras tiempo atrás me habría parecido eterno, pero el pensamiento cambia cuando se aprende a descubrir en el camino plazas llenas de altos árboles, veredas limpias y el amable viento que roza tu cara.

Respirar. Sólo eso.

-Si hay algo inolvidable y que caracteriza a este lugar es la salida y la puesta del sol sobre el mar, haciendo eternas las tardes y los días.

La costumbre de caminar por las playas de Monte Hermoso ha de ser algo legendario en mi familia. Mi padre acompañado de mis tíos y mis abuelos emprendían la caminata hasta el final de las playas donde se encuentra el faro una y otra vez, cada verano que se encontraban de visita. Lo mismo sucedía con mis hermanos y conmigo.

La pasividad de la tarde oponiéndose al ruido de las olas que se arman y se desarman chocando unas con otras me incitan al movimiento. Siempre pensé que la arena bajo mis pies es una agradable sensación de cable a tierra. Una conexión particular entre el mundo y mi cuerpo.

Caminar a orillas del mar implica una constante música de fondo. El viento te despeina y las gaviotas parecen volar contra viento y marea.

A distancia se alza el muelle de pescadores. Aún en mi infancia tenía una apariencia pobre, a medio terminar. En la actualidad se encuentra igual. Sus columnas parecen poco seguras pero aún así resisten con fuerza los golpes de las olas, esa fuerza extraordinario que encarnan frente a la construcción.
Año tras año tengo la costumbre de situarme debajo de las pasarelas de los muelles con el fin de retener en mi retina la imagen de un mar enmarcado por las pilastras que los sostienen.
Absurda paradoja de creer que la inmensidad encuentra límites.

En épocas de verano, a esta misma hora (6-7 de la tarde) los pescadores de redes portátiles despliegan su arte. Hombres y jóvenes de diferentes edades toman el carácter necesario para compartir un momento en conjunto y colaborar con el acto. Nadie dice que no a nadie. Todos se ven envueltos en la expectativa del ritual. Las sonrisas son plasmadas en las fotos que demuestra la participación de la gente en una costumbre lugareña.

Inclinado en las tardes
tiro mis (…) redes
a tus ojos oceánicos.[1]

La distancia hacia mi destino se acorta. Mi próxima meta visible se vuelve el Faro. Sus colores blanco y rojo no pasan desapercibidos y su base parece estar cubierta por una abundante vegetación.

Si bien a la altura del centro las playas se encontraban prácticamente desérticas, aún más alejados de ellas, parecen vacías. La soledad sin parecerse a ella se apodera de todo. Paz.
A mi izquierda se alzan altas murallas, paredes desgastadas por el correr de los vientos pero que sirven para evitar inundaciones provenientes de las tormentas marinas en lo que es denominado el Barrio de los pescadores. Un barrio compuesto por apenas 6 casas que se sitúan entre la vista directa al mar y una calle de tierra arenosa que los separa de verdes prados. Ambos paisajes, postales naturales.
Años atrás esta naturalidad de la que tanto hablamos abría paso al hallazgo de almejas y ostras de grandes tamaños que acaparaban las orillas de estas playas. Hoy en día, la acción depredadora del hombre fue mermando con todo ello.

Conciencia. Lo que el hombre destruye lo destruye para siempre.

Un par de metros más bastan para descubrir en éstas murallas decoraciones hechas con conchillas. Un arte extraño que genera en quien lo observe las ganas de querer pasar su mano por encima, apelar al tacto humano más allá de la visión que curiosamente a cercana distancia se confunde, masifica y en lejanía, grande es la diferencia que puede hacer sobre cada uno de los dibujos: peces, moluscos, tiburones y pulpos.

Por primera vez, el horizonte del mar queda como protagonista secundario para otorgarle mayor importancia a la enormidad de las paredes que acompañan al Faro Recalada situado frente al mar.
La inauguración del Faro Recalada fue llevada a cabo un 1º de enero de 1906. Su construcción habría sido decidida en el año 1904 y fue dirigida por el Ingeniero Luiggi, quién también dirigió la construcción de la base Naval Puerto Belgrano. Los materiales fueron provistos desde Francia por la misma empresa que se hiciera cargo de la construcción de la torre Eiffel.
Un siglo atrás, el lugar presentaba serias dificultades para el transporte de materiales, pues estaba cerrado por cadenas de médanos vivos. Por esta razón, tuvo que adoptarse el transporte por mar para hacer llegar a la zona los insumos necesarios para la construcción. Transportada por la empresa Barbier Bernad y Turenne fue embalado en unos 100 cajones con etiquetas en las que podía leerse el destino, Monte Hermoso.

Imposible no sentirse intimidado ante la inmensa torre metálica. Sus largos metros de altura y sus 293 escalones logran apoderarse del mar, de las costas cercanas y de las ajenas, de todo el partido de Monte Hermoso e incluso más allá del mismo.
Mi padre me contaba que en su infancia el juego que mi abuelo le proponía al él y sus hermanos era descubrir la luz del faro aún viajando en la ruta. De esta forma, las narices contra el vidrio de la ventana del auto bastaban para deleitarse con el primer minúsculo punto brillante en la oscuridad de la noche que marcaría el destino al que esperaban arribar.

Todavía en los ojos siento esa luz burlona
de miles de faroles sobre el tropel de pasos.[2]

El faro siempre ha tenido connotación en el destino como el viaje mismo. Desde la antigüedad los navegantes han confiado en las iluminas fijas de la costa para ser guiados por el mar. Sus luces han servido de guía ante lo de desconocido, han mantenido vivas esperanzas y han acercado otras, han servido de compañía para quienes se han encontrado rodeados de inmensos kilómetros de agua.
En lo personal el faro siempre ha sido mucho más. Somos nosotros, los hombres quienes nos hemos planteado nuestro origen y nuestro destinto en nuestro accionar, en nuestro que hacer, en nuestros escritos y en nuestro pensar. Hemos viajado a los confines del mundo interior en búsqueda de nuestra propia identidad. Nos hemos vistos envueltos en diferentes luces, destellos de lo que puede ser y de lo que fue. Luces que han servido de guías para nuestro caminar. Todo encuentra representación en el faro y en su utilidad.

Extraña sensación es la que se propaga por el cuerpo en el momento que alzamos la vista en búsqueda de la cúspide del faro. Nuestra vista se agudiza e intentamos inmortalizar el momento en que fuimos minúsculos ante él. El sonido del mar parece desaparecer, los oídos se tapan, los pies se vuelven firmes raíces que crecen en el suelo y el cielo nuestra propia cabeza o techo. Nadie habla. Todos escuchan al testigo silencioso.




[1] Neruda ,Pablo; Poema 7.
[2] Pavese, Cesare; Poemas méditos, poemas elegidos; Los Mares del sur. Buenos Aires, Fausto, 1975

lunes, 13 de julio de 2009

Diario 2

Miércoles 8 de Julio

Continúa mi lectura. Avanzo en textos como Escritores Crónicos de María Moreno, Contra el Turismo de Diego Tatián y el poema de Césare Pavese Los Mares del Sur, todos ubicados en el cuadernillo de Viaje y Escritura.

Encuentro en el poema de Pavese el tema del “faro” que tanto me interesa y retomo la propuesta de mi profesora de reconstruir a partir de mi recuerdo y testimonios cercanos mi tan añorado Monte Hermoso y el Faro Recalada.

Jueves 9 de Julio

Retomo el Territorio de Misiones y me dedico a la lectura de los textos de Rodolfo Walsh, La Argentina ya no toma mate, Kimonos en la tierra roja, El país de Quiroga. Compenetrada en las diferentes historias, las hojas pasan y me adentro en Los desterrados de Horacio Quiroga.

A partir del texto El país de Quiroga y los textos en sí de éste autor, investigo un poco más sobre su biografía para sentirme en contexto.


Sábado 11 de Julio

Con la ayuda de mi madre reviso todo los álbumes de fotos habidos y por haber en cada uno de los cajones de mi casa. Sinceramente pensé que las fotos de Monte Hermoso iban a desbordar en cuanto a cantidad. Sin embargo, las fotos encontradas son suficientes como para remontarme a mi infancia allá.

Las extensas playas. Los vientos. Las redes de pesca que dejaban participar a todos aquellos que estuviéramos en el lugar. El viejo muelle. El sol sobre el mar. Las caminatas en familia. La pared de caracoles. La vegetación y el esperado Faro Recalada.
Las fiestas de carnaval.

Hablo con mis hermanos y recordamos aún más algunas de las situaciones mencionadas.
Espero ansiosa los recuerdos que pueden surgir de mi padre dado que es él quien más conoce de esta ciudad.

Domingo 12 de Julio

Confío en el poder de Internet y busco información sobre Monte. Encuentro desde su origen e incluso la historia del primer hotel y cómo se construyó el Faro.

Entre tanto, descubro un texto titulado Tres de Agosto de Juan Rognoni, una historia narrada en la ciudad de Monte Hermoso. Pienso que parte del texto puede servirme para asentar aún más mis recuerdos.

martes, 7 de julio de 2009

Diario 1

Desde el último encuentro de Taller en mi mente vuelan ideas, textos y lugares...Para llevar a cabo el proyecto de escritura, decidí trabajar con la crónica, siendo éste el género que me resulta más cómodo.

De los diferentes territorios a leer me incliné hacia el de Misiones. Hasta el día de hoy, llevo leídas las crónicas de Martín Caparrós y un cierto favoritismo por aquella que titula "Cataratas".

Al mismo tiempo me sumergí en el cuadernillo de Viaje y Escritura:
Una metáfora viva de Celia Güichal. El viaje y todo lo que implica tanto mentalmente como físicamente. El cruce de fronteras y fundamentalmente, la necesidad del relato.
Larga distancia de Caparrós. El lado aún más humano del cronista. Su lucha contra el tiempo e imprevistos.

En un primer momento, al organizar mi trabajo, y tener decidido con qué género iba a trabajar pensé inmediatamente en irme a Monte Hermoso, situado a 100 km. de Bahía Blanca donde pasé muchos veranos de mi infancia. Volver a reencontrarme con ese lugar tan querido para mí, tanto como para mi familia. E incluso investigar a cerca del Faro, un buen parámetro para lo que es el viaje en sí.

Sin embargo, por ciertas complicaciones, mis planes se hicieron agua...

Acá me encuentro, nuevamente pensando un destino a trabajar. Apoyándome en los textos. Desarrollando ese "nuevo mirar".

domingo, 5 de julio de 2009

Última Estación

Diez y media de la mañana del día sábado. Entre perezas ordeno mi itinerario. Repito para mi misma –once y media en el andén número uno–. A un par de cuadras de mi casa está la parada del colectivo de la línea noventa y dos, el cual me lleva hacia donde me dirijo. Mi destino, estación de trenes de Retiro. En mi rostro se refleja la ansiedad por volver a viajar en tren dado que no lo hago desde que era muy pequeña.

Sin un minuto más ni uno menos me encuentro en el horario acordado en el primer andén donde mi compañero de Taller, Daniel, me espera. Al instante que nos saludamos no logro contener el comentario “me siento Dora en Estación Central”. Sin duda en mi mente recordaba una de las primeras imágenes de la película brasilera donde la protagonista alza la vista y alcanza a ver la inmensidad de la estación.
El movimiento de gente entre andenes y boleterias no es demasiado, sin embargo, altera mi visión y mi cabeza gira de lado a lado intentando captar todas las situaciones que se presentan.
Entre palabras, chistes y comentarios sacamos nuestros boletos de viaje. Ahora sí, tras los molinetes del andén se encuentra el tren que nos llevará desde estación Retiro a estación Tigre realizando todo su recorrido.

Siendo las once y cincuenta de la mañana en mi reloj, comienza nuestro viaje. Primera estación Lisandro de la Torre (once y cincuenta y siete). Realizo un panorama del vagón en el cual nos encontramos. Ciertas personas parecen viajar a sus trabajos. Otros, tal vez decidieron pasar el día fuera de sus casas y disfrutar de una mañana soleada.
El viaje sin duda es rápido. Entre estación y estación no hay más que un par de minutos de diferencia. Estación Belgrano, hora doce del mediodía. Hasta el momento desde la ventana del vagón me encuentro con imágenes conocidas, Club de Gimnasia y Esgrima, el hipódromo, el velódromo…
A modo de no perder el encanto de esta experiencia con la cual me reencuentro decido estar atenta sólo a mis percepciones. Sin notas, sin fotos. Solo registro los tiempos en que el tren une una estación con la otra.
Estación Núñez, doce horas y tres minutos. Al costado de nuestros asientos una pareja juega a las cartas. Se acomodan y solo alzan la vista para tomar cuenta de la estación que se aproxima.
Estación Rivadavia, doce horas y cinco minutos. A esta altura alcanzo destacar que dos vendedores ambulantes han pasado sin elevar su voz. De vagón a vagón pasan en silencio ofreciendo estampitas.
Comienzo a desconcertarme. Me encuentro alejada de todas aquellas imágenes conocidas que veía antes. Ahora si y más que antes, me acerco a la ventana del vagón. Las casas y calles cercanas a las vías pasan a ser mi nuevo paisaje a observar.
Estación Vicente López, doce y ocho minutos. Olivos, doce y diez. La Lucila, doce y trece. En cada una de las estaciones, la gente sube y se acomoda. Busca un lugar. Otros bajan y caminan por los costados de los andenes. Llegamos a Estación Martínez (doce y quince minutos). La secuencia de subir y bajar del tren se vuelve más notoria dado que el número de gente que sube es mayor al de las estaciones anteriores.
De nuevo el viaje continúa y sigo pensando que sólo quiero disfrutar del paisaje, nada más. Pienso que si bien puedo tener un registro casi perfecto de la situación en la cual me encuentro e incluso decir que el vagón tiene aproximadamente sesenta y ocho asientos de color azul y celeste, algunos desgarrados por el uso, el viaje no solo me invita a observar y registrar exteriormente sino que dentro mío un viaje paralelo comienza a surgir. Me remonto a los trayectos que realizaba en tren con mi abuelo y hermanos desde Ituzaingó, provincia de Buenos Aires, hacia capital después de un par de semanas de vacaciones. Busco aún más y resurgen mis deseos de viajar constantemente, de conocer nuevos lugares, de vivir en un lugar diferente al cual vivo en la actualidad dada la diferencia de transito y el continuo movimiento de gente. Poder realizar el movimiento que propone el antropólogo Lins Ribeiro y volver exótico lo familiar.
Estación Acasuso, doce horas y dieciocho minutos. San Isidro, doce y veinte. Sucesivamente el tiempo entre cada una de las estaciones se resume en los mismos pocos minutos que en el comienzo del trayecto. Tras ellas Estación Beccar, Victoria, Virreyes... Sin despegar la vista de las casas y las plantas que las adornan me quedé mágicamente fascinada por una casa de color rosa. El instante en el que la vi continua extendiéndose en la retina de mis ojos por largos minutos. Paradas siguientes, San Fernando, Carupá, la sigo recordando perfectamente. Un patio lleno de vegetación por doquier, no muy grande, no muy pequeño. Azulejos antiguos en parte de las paredes. Una casa estilo colonial. Por dentro pienso “si viviese en esa casa, todos los días serían días geniales”. Nuevamente un antropólogo, esta vez Edmund Leach, aparece en mi mente con su construcción del otro. En este caso, el llamado otro lejano donde la distancia que nos separa de aquél otro se vuelve el punto clave y necesario para remontarnos a una situación paradisíaca siempre.
Doce y treinta y siete minutos. Estación final, Tigre. Como es de esperarse, un gran número de personas, entre ellos nosotros, nos dirigimos hacia la salida de los andenes.

El día continua siendo soleado. La tarde se presta para caminar. Mi compañero y yo paseamos por donde se encuentra el monumento al remero. Las banderas de los diferentes clubes y las placas con sus respectivos años de inauguración se lucen al costado de éste monumento.

Nos detenemos frente al Río Luján, disfrutando de la agradable vista. Sacamos fotos y Daniel me cuenta de sus experiencias en este deporte. Dejo que el sol acaricie mi rostro y tras cerrar un par de segundos los ojos nos encontramos listos para emprender nuestra vuelta.
Una hora después de nuestra llegada al Tigre, arranca el tren destino a Retiro. Tomo de mi bolso mi anotador y con la lapicera en mano hago un registro de este nuevo viaje de regreso.
El movimiento de los vagones hace complicado que pueda escribir mis notas. El ruido que éstos producen con las vías se vuelve constante. Particularmente no me molesta aunque el “silencio” que se alcanza al llegar a cada una de las estaciones es un alivio para nuestros oídos que tanto se acostumbran al rechinar de los vagones.
El número de gente que se desplaza por los andenes es mayor que al del viaje de ida debido a la diferencia horaria. Entre estación y estación, comienzan a subir pasajeros con las camisetas de fútbol del equipo de Tigre. En ese instante nos damos cuenta que en el Estadio de River Plate (situado en Núñez) juegan partido River- Tigre. Los hinchas son destinados por fuerzas de la policía hacia el último vagón. Desde lejos escuchamos los clásicos cánticos alentando a su equipo.
El ruido del tren ya no es único y no solo se encuentra acompañado por las voces desaforadas de los hinchas, sino también de un vendedor ambulante de cds que con voz potente y tratando de opacar los demás ruidos nos ofrece “los mejores éxitos románticos, clásicos y del momento de regetton”. En su mano derecha carga el grabador que reproduce dichas canciones.
Dos de la tarde. Entre las subidas y bajadas de los hinchas, nuestro regreso se vuelve más extenso que el viaje de ida. Estaciones después, las consecuencias de las pequeñas demoras se hacen visibles. La acumulación de gente en los andenes hace que al subir a los vagones haya poco espacio entre los pasajeros. Desde algún rincón rescato a alguien decir “no hay más lugar”.
Estación Núñez, dos horas y veinticinco minutos. Recambio de pasajeros. Los hinchas llegan a destino y descienden. Nuevamente comienza a haber lugar en los vagones y el ambiente se torna más calmo.
Las pocas estaciones que quedan vuelven a ser conocidas. Los edificios altos empiezan a hacerse notar. Las autopistas se ven a lo lejos.
Una disminución en la velocidad del tren nos anuncia que nos encontramos entrando en la gran estación de Retiro.
Descendemos pero esta vez en el andén número cuatro siendo las dos y cuarenta de la tarde. Dejando escapar comentarios del viaje, Daniel y yo nos dirigimos hacia los molinetes que dan paso a la salida. Me despido de él y cruzo la estación principal escabulléndome entre la multitud.

miércoles, 1 de julio de 2009

Paranoia

Durante mucho tiempo busqué la forma de contar esta historia. Quizás por no tener un recuerdo preciso no me animé a hacerlo antes. Pasó hace cinco años atrás. Elvira y Antonio eran mis vecinos en aquel entonces. Los días de invierno se acercaban, las hojas de los árboles se movían de lado a lado como danzando. Nuestras casas se encontraban tan próximas que era posible vernos de ventana a ventana, aunque esta de más decir que sólo lo hacíamos por seguridad en algún caso extraño y no por curiosidad.
Eran épocas difíciles. La empresa donde trabajaba había quebrado y mi tiempo lo ocupaba leyendo, después de todo era mi hobbie, una pasión heredada de mis padres al igual que la casa en la cual vivía. Las bibliotecas repletas de libros desbordaban por cada uno de los rincones de las habitaciones y yo había decidido leer uno tras otro, eligiéndolos al azar. En esos días había dejado sin terminar de leer una obra de Christopher Marlowe, un poeta y dramaturgo nacido en 1564, de la cual no recuerdo el nombre ni mucho de su contenido. Fue por eso que decidí buscar un libro que llamara más mi atención. Así fue que encontré aquél que perduraría por mucho tiempo en mi memoria. Un libro de tapa blanca, con letras negras y poca cantidad de hojas que hacían a su totalidad. Tras aquella tapa…se encontraba parte del futuro de mi vida y de la de las pocas personas que me rodeaban.
Una noche de insomnio comencé a ser partícipe de la historia que aparecía en aquel libro anónimo. Me introduje en las idas y vueltas de un joven que tras el abandono de su novia había quedado prácticamente loco y su vida había sido devastada por completo. Me había sucedido tal como a él y el sentimiento de nostalgia que me inundó en aquel momento hizo que dejara de leer aquellas primeras hojas.
Nunca había querido admitirlo pero algo en Elvira me hacía recordar constantemente a aquella novia que me había dejado. Eran dos personas totalmente distintas pero por este recuerdo algo en ella me producía rechazo.
Días después continué mi lectura. Las sensaciones que resurgían en mi se volvían peligrosas. En mi mente mis recuerdos se revolvían y aparecían para producirme una horrible sensación en el pecho. El libro estaba cambiándome por completo pero no podía dejarlo. La necesidad que tenía de cerrar aquella etapa de mi vida era terminando aquel libro y descubriendo su final.
Con el transcurso de los días me vi adentrándome en algo que no quería. La cercanía de las casas y la vigilancia que nos dábamos mutuamente entre vecinos ya no era mi objetivo. Sólo quería ver a Elvira. Sus movimientos y su forma de andar me eran tan conocidos que no fui yo quien actuó, sino mi cuerpo y una mente ajena que sin embargo se encontraba dentro de mí. Debía acercarme a ella.
Recuerdo cómo en aquel momento dejé el libro al costado de la mesa. Me levanté y me dirigí hacia la puerta de entrada de mi casa. Salí. Aún era temprano para que Antonio regresara de su trabajo. Esquivé aquel perro negro inofensivo que llamaban Woolf y toqué timbre. Amablemente Elvira atendió al llamado. Algo en su rostro calmaba mis actos de impulso. “Permiso” le dije y me introduje en su casa. Tras cerrar la puerta aquel sentimiento rojo comenzó de nuevo a apoderarse de mí. Mi cuerpo me manipulaba. Incluso pensé que aquél libro había logrado hacerlo.
Conociendo el resto de la historia podrán juzgarme de loco y psicópata pero como ya dije no era yo quien se encontraba en aquel cuerpo.
Tal habría sido la mirada violenta con la cual miré a Elvira aquella noche que sin decir nada ella se echó a correr por su propia casa teniendo miedo de lo que yo podía llegar a hacer en aquel estado. Loco, comencé a perseguirla rompiendo todo lo que se encontraba a mi alrededor, sillas, mesas y adornos. Mis manos sangraban literalmente aquel momento de furia. Mi cuerpo estaba dispuesto a matar a mi vecina que era completamente inocente de aquella historia que tanto a mi me torturaba.
Caí desmayado. Recuerdo haber abierto los ojos y ver un techo blanco que encandilaba mis pupilas. Un médico tomaba mi presión. Me contaron que la primera impresión que habían tenido de los hechos ocurridos en la casa de mis vecinos había sido un robo. Por un lado los espejos rotos así como botellas y vasos de ginebra derramados por el suelo, por otro, un pañuelo manchado con la sangre que había dejado caer de mis manos. Elvira lógicamente, asustada contó la verdad acerca del episodio. Al enterarme de lo sucedido ni yo mismo lo podía creer. Las palabras de aquél libro anónimo habían hecho de mi una persona extraña que yo mismo desconocía y hasta me daba temor. Acepté a la oferta de un cuidado especial. Nadie en aquel barrio iba a querer tenerme cerca y ni siquiera yo mismo quería estarlo por miedo a tener otro ataque de doble personalidad.
Nunca llegué al final del libro.
Aún no cierro la historia de aquella mujer que me dejó e incluso hasta el día de hoy no cuento por qué lo hizo. Tal vez, quién sabe…tenían un final feliz. No fue así el mio.

martes, 30 de junio de 2009

Crisis, transición, cambio


Desde temprana edad nos vemos envueltos en el enigma de la escritura. A través de ella llegamos a depositar en el papel aquello que se esconde en nuestros rincones más inadvertidos. No es detalle menor la palabra “metamorfosis” en el fragmento que se nos presenta como introducción, ya que la escritura permite este paso de lo interior a lo exterior, de lo privado a lo público. La escritura concede plasmar ideas. En muchos casos se vuelve dificultoso poder hacer el traspaso del mundo inteligible a lo material y sin embargo este desafío es una de las características que la tornan interesante.La actividad de escribir se nos presenta de manera constante en la vida cotidiana. Durante cada uno de los años escolares aparecen los trabajos prácticos con sus conclusiones, los exámenes o simplemente nuestros apuntes de clase. Diferentes tipos de escritos pero escritos al fin.En mi tercer año de colegio secundario, una profesora nos propuso llevar a cabo nuestro primer ensayo de manera grupal. Ante todo exigía originalidad. Teniendo muy en cuenta esta característica en particular, decidimos poner en marcha una investigación en base del espectáculo artístico reconocido de manera internacional: Fuerza Bruta. El intento por sumergirnos en todos los aspectos y orígenes de este show, que aún hoy no encuentra género alguno que permita encuadrarlo, resultó ser tal que inclusive con éxito pudimos entrevista a Gaby Kerpel, uno de sus propulsores junto con Diqui James. Si bien no recuerdo con precisión qué hipótesis presentábamos para llevar a cabo el desarrollo de este ensayo, la información obtenida había sido de gran ayuda. De manera desnivelada por momentos y con gran inspiración otros, llevamos adelante el trabajo que nuestra profesora nos había establecido como consigna. La sensación de satisfacción con el resultado final fue reflejo de un trabajo que permite destacarlo por sobre los demás y a la vez hacer conciente los esfuerzos por mejorar las cuestiones que se deben tener en cuenta a la hora de llevar a cabo la redacción, sobre todo por ser aquél nuestro primer ensayo.A partir del cuarto año, mis compañeros y yo nos enfrentamos ante la decisión de bachilleres. Aquellos que decidimos “Especializado en Letras” sabíamos que contábamos con una materia propia: Producción del Mensaje. Esta consistía en diferentes consignas, una por semana, dadas por el ingenio de nuestra profesora. Abarcaba desde textos fantásticos a poemas, poesías o ensayos. De manera progresiva nuestros pensamientos, ideales e incluso sentimientos se veían expuestos en las hojas. El reto sin embargo, era poder leer en voz alta aquello que escribíamos; enfrentar las miradas y las críticas que permitían dar pasos hacia delante, hacia aquella metamorfosis. Una vez que fuimos adquiriendo la valentía suficiente para mostrarnos a través de nuestros escritos, la profesora propuso llevar este proceso a un paso mayor. Algunos con entusiasmo, aunque por momentos con miedo emprendimos nuestra primera revista literaria llamada: Metamorfénix, de la cual proviene el fragmento introductorio de esta autobiografía. En ella depositamos una selección de textos propios tanto como grupales. Su nombre, resultado del impacto causado por La Metamorfosis, texto de Franz Kafka, y el resurgir del fénix en connotación al producto de la escritura. El “volver a nacer” a medida que escribimos.La misma materia nos esperaba en quinto año, con nuevas consignas a responder. Temas específicos como la infancia, el transcurso del tiempo se hacía presentes, dado que nos encontrábamos en nuestro último año secundario y parecían surgir en todas las conversaciones como algo elemental a destacar. Ya con un poco más de práctica en la materia nos proponíamos estar “del otro lado”; vernos desde afuera. Ver nuestros progresos, nuestros pasos. Tal fue así que nuestra segunda creación literaria fue llamada: Del otro lado. Lo inusual en ella fue que poseía dos caras y ninguna contratapa. Dos prólogos y ningún epílogo. Es decir, en mitad de la revista Del otro lado, comenzaban a aparecer una serie de textos tales como rimas, poesías, trabalenguas, productos de consignas libres. Esta segunda parte fue denominada: La revista absurda y amoral. Para nosotros fue el descargo de emociones. Una dosis combinada entre alegría y nostalgia.

“El momento justo, aunque a veces tarde, llega y en ese instante acertado se revelan los enigmas de la propia identidad. Y vamos rayando, vamos evocando, vamos indagando. Y todo suma. Definir. Hacer. Y todo sigue. Al decirnos respiramos un aire alentador; el alivio de haber podido transmitir lo que queríamos. Crecemos, morimos y volvemos a vivir. Renace nuestra esencia, que se despoja de las sombras y encuentra su ansiada libertad.”

miércoles, 24 de junio de 2009

Tras la escena



“Me vi adentrándome cada vez más en aguas desconocidas (…)
colmado constantemente de desconcierto y asombro”
Miles Harvey



Habíamos acordado hora y lugar un par de días antes. El sábado 23 de Mayo mi compañero y yo nos encontramos a las cinco de la tarde en las puertas del Museo Palais de Glace, situado en el barrio de Recoleta. A ambos se nos veía expectantes. No sabíamos con exactitud que muestra nos esperaba dentro del museo y sin embargo, esto hacía crecer nuestras ansias.
Nos adentramos en él dejando tras las puertas un día sumamente soleado y caluroso. Gracias a una serie de folletos nos enteramos que se estaban exhibiendo varias muestras en paralelo. De esta manera, encaminamos nuestro recorrido.
En la planta baja del museo presenciamos la exhibición de Roberto Scafidi, artista argentino. Retrospectiva. Con este nombre se hacía conocer la muestra. No es un detalle menor ya que implica tanto para el autor como para el visitante imaginar un viaje hacía el pasado. Replantearse a uno mismo lo que nos compone hoy en día. Luis Felipe Noé, quien hace una mera reflexión a cerca del trabajo de Scafidi nos plantea: “Roberto Scafidi, es el inventor de su propio juego (…) ¿con quién lo juega? Con el fantasma de su propio ser que se va revelando en ese acto”.
Las obras con las cuales nos encontramos poseían una gran semejanza unas con otras. Predominaban la abstracción geométrica y una gran variedad cromática. Definitivamente nos encontrábamos dentro del “juego” del autor. Las obras como laberintos se complementaban con las figuras del hombre de una manera muy particular, muñecos.
Tras realizar una minuciosa vista por cada una de estas obras nos vimos envueltos en la necesidad de preguntarle a la guía del museo, estudiante de Historia del Arte en la Facultad de Buenos Aires, algunos datos a cerca del artista. Nos introdujo en tema. Nos comentó que a Scafidi no le interesa producir la realidad, aquello que vemos, sino trabajar el lenguaje propio del arte plástico, es decir sus colores, formas y composición.A pesar del dinamismo que proponía la exhibición, no había mucha gente presenciándola. Los pasillos del museo parecían sumamente amplios y vacíos. Esta cuestión fue retomada a la hora de la entrevista con la guía. “La gente que visita el Palais de Glace suele ser muy variada en edad y en perfil”, fue su explicación; “la fotografía parece ser más atractivo para una composición más variada de público, más masivo”.
Sin más, y con una gran acumulación de colores en la retina de nuestros ojos y formas geométricas saturando nuestra mente, dejamos atrás la muestra de Roberto Scafidi para subir al primer piso del Palais de Glace.
Tal como se nos había dicho, una muestra fotográfica acarreaba un mayor número de visitantes en aquel primer y único piso. Curiosa similitud: las obras de Scafidi simulando ser laberintos constantes y frente a nosotros, una muestra fotográfica titulada Laberinto de miradas.
Esta segunda muestra, incluía fotografía documental de gente que trabaja en colectivos. Lograba abarcar diferentes países y temáticas. Las costumbres de la gente, niños jugando, comidas y vida cotidiana eran representadas por las fotos de estos distintos y variados autores. Los hechos se encontraban explícitos. La postura interpretativista era inapropiada, tal como plantea David Olson en El mundo sobre el papel acerca del arte holandés del siglo XVII.
Si bien para mi la muestra no era tan atractiva, el público parecía muy sumergida en ella. Se rescataban comentarios comparativos entre los hechos cotidianos de allá (sea cual fuere el lugar fotografiado que se encontraban mirando) y costumbres propias de nuestro país. En algunos casos, no parecían muy distantes.
Tras una hora de visita por el museo, mi compañero y yo nos encaminamos hacia la última exhibición; Proyecto Circular. Esta muestra encerraba veinte jóvenes artistas argentinos en circuito. “Las obras aquí exhibidas ofrecen diversidad” explica Oscar Smoje, Director del Palacio Nacional de las Artes, en el folleto de presentación del museo, “las temáticas varían entre ciudad, vida privada, fantasía, realidad social”.
El título que englobaba esta última muestra era mera representación del espacio físico del museo en el cual nos hacíamos presentes. La gran distribución del espacio y su destacada circularidad permitía al observador un amplio panorama de todas y cada una de las obras con tan solo encontrarse en una de las entradas de ese gran salón.
Pudimos observar tres obras por sobre las demás. Los motivos comunes por los cuales hicimos esta distinción fueron por el tamaño mismo de las obras, el reflejo de la dedicación de sus autores y la iluminación con las cuales estaban montadas.
La primera obra pertenecía a Andrés Bisserier. Mediante técnicas mixtas se observaba una representación cotidiana de una manera poco usual. Comentando acerca de ella, mi compañero y yo recordamos un concepto visto durante la clase de Taller de Expresión I. Para Freud “lo siniestro en lo personal”. Cuando lo hogareño o cotidiano se vuelve extraño. Este extrañamiento, tomado desde la forma en la cual se encontraba representada una imagen tan común: una habitación con libros, sillones, mesas; pintada con acrílico (blanco y violeta) sobre un espejo de un tamaño enorme. De la misma manera, el espejo, algo tan cotidiano se veía extrañamente tomado como base del dibujo.
La obra de Florencia Vivas, Bosque, era la segunda obra que captaba nuestra atención. Poseía una mayor riqueza cromática, diferentes tonalidades de verde. Varias series de planchas de papel con forma de árboles les otorgaban profundidad. Al final de ellas, en negro la imagen de un animal feroz aparecía de manera desapercibida. Me remontaba al cuento infantil de Caperucita Roja y el Lobo.
Por último 40 días de Andrés Paredes superaba todo lo visto. En papel negro podíamos ver una obra dividida al medio. Estas dos partes eran exactamente simétricas, a modo de espejo. En ella una serie de detalles minúsculos dados por el trabajo del artista. Mi compañero y yo intentábamos despegar nuestra mirada de la obra y sin embargo nuestros cuerpos giraban para contemplarla una vez más.
Una profesora del colegio secundario solía hacer mucho hincapié en el tema del espejo en la literatura. La imagen invertida. Tratar de encontrar significaciones en los textos y relacionarlas con en nuestras experiencias.
Tanto el espejo mismo como protagonista de la primer obra, y el posible efecto espejo de la última, hacían ruido en mi interior. Laberinto, búsqueda, espejo. Sin decir nada, decidí dejar este pensamiento de lado, hasta poder encontrar un momento que acreditara su reflexión.
Tras justificar el por qué de las obras destacadas, conversamos con algunos jóvenes extranjeros que se encontraban en el salón. Nos intrigaba saber qué muestra había sido de su mayor agrado. Su respuesta sin duda y asemejándose a la de la guía del lugar, fue la muestra fotográfica, debido a su representación realista.
Sin mucho más tiempo, debido al cierre del museo, mi compañero Daniel y yo nos retiramos haciendo antes un panorama general de lo que habíamos visto. Sacamos fotos de las obras que nos habían impactado, de las que no tanto e incluso de ese salón amplio que era gratificante para quien visitara el lugar.
Nos retiramos dejando atrás el museo en quietud. Al salir, el día soleado había desaparecido por la oscuridad temprana del otoño. Caminamos comentando lo que habíamos visto y lo que podíamos llegar a hacer con ello. Me despedí de Daniel al llegar a la parada del colectivo que lo llevaba a su casa. En las cuadras restantes, retomé la cuestión que había quedado en mi cabeza. Laberinto, búsqueda, espejo. Retrospectiva, miradas. Proyecto. Todo era parte de algo. Recordé entonces mis pasos por el curso de arte que había llevado a cabo en mis dos últimos años de secundario. En ese entonces ya me había planteado la idea de hacer mi propio auto-descubrimiento. Es cuestión de seguir desarrollándolo, pensé. “En la meta esta el origen".

jueves, 11 de junio de 2009


Para el hombre despierto no habria más que un deber:

buscarse a si mismo, afirmarse en si mismo y tantear, hacia delante siempre, su propio camino, sin cuidarse del fin al que pueda conducirle.

Este descubrimiento me conmovió hondamente, y tal fue para mi el fruto de todo suceso (...)

El verdadero oficio de cada uno era tan solo llegar a si mismo.

Luego podía terminar en poeta y en loco, en profeta o en criminal .

Demian- Herman Hesse

lunes, 18 de mayo de 2009

Adiós a Mario Benedetti

El escritor uruguayo Mario Benedetti, fallecido este domingo a las 88 años, fue recordado hoy no sólo por sus virtudes literarias, sino sobre todo por las humanas, como el hombre bueno, sencillo, consecuente y alegre que fue.

"...Mi aire se acaba como agua en el desierto,mi vida se acorta pues no te llevo dentro. Mi esperanza de vivir eres tú, y no estoy allí..."

CORAZÓN CORAZA

Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza

porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro

porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.

sábado, 16 de mayo de 2009

Estación Central

Walter Salles, Brasil 1998


En primer lugar, y para posteriormente poder hablar de la película en cuestión, debemos tener en cuenta las reglas del género cinematográfico Road Movie, donde el argumento de la película se desarrolla a lo largo de un viaje. En cada segmento de la narrativa los protagonistas se enfrentan con un desafío, cuyo cumplimiento revela parte de la trama. Estación Central, no solo abre las puertas al desafío de la búsqueda de identidad de los personajes sino que también deja ver la importancia de la escritura y el papel que juegan las cartas a la hora de la posible comunicación.El personaje de Dora encarna esta cuestión. Es ella quien toma la postura de escribir por aquellos analfabetos que tienen deseos de expresarse y hacer llegar sus cartas a destino. Si bien Dora recibe el reconocimiento de sus clientes, su único interés es la obtención de dinero a través de este gesto.Con el transcurso de la película y las diferentes situaciones que los personajes principales deben afrontar, el valor de la escritura se hace mayormente notorio. El gran número de analfabetos que se muestran en los escenarios donde se lleva a cabo la historia no es un dato menor, ya que dan pie a esta importancia de la cual hablamos; nos muestra como la gente que no tiene las posibilidades de poder escribir y leer, queda apartada y hasta cierto punto limitada en condiciones. Tal es así, que podemos hacer mención a la parte en la que los hermanos de Josué esperan desde hace meses quien tenga estos conocimientos para leerles la carta que su padre dejó hace tiempo.Las consecuencias, los efectos mismos del viaje también se hacen ver con el transcurso de la trama. Las esperanzas de Josué de conocer a su padre se incrementan. La búsqueda de compañía y amor de Dora parecen resurgir de entre tantos sentimientos, dejando de lado su arrogancia y ambición. Entre ambos surge una relación que transforma sus vidas e incluso le permite a Isadora identificarse con la historia de vida de Josué.El viaje no solo revela las consecuencias de la escritura. Sino que también permite a sus personajes redescubrir algo sobre sí mismos en lugar de sobre el lugar al que han llegado.

Escena de Estación Central, Josué y Dora.

jueves, 14 de mayo de 2009

Esperándome


“Su única virtud sobrenatural, parecía ser su paciencia”

Gabriel García Márquez



El mundo estaba triste desde el martes. El cielo y el mar eran la misma cosa de ceniza. Toda apariencia de alma que se cruzara en el horizonte era absurda. Ante los ojos de los videntes la mescolanza de agua y cielo simbolizaba todo sentimiento oculto.
Sabíamos lo ocurrido a pesar del tiempo que ya había pasado y la idea de creerlo era insólita.
Lo que parecía eterno y distante lo acercábamos, llegábamos a acariciarlo.
La espera y el misterio que nos traía aquella historia difícil de creer, era lo que aún después de tantos años nos hacía esperar…

Ciclo de muestras: Mirada sobre Malvinas

Abril 2009

La Partida por Juan Sandoval
“Alegres, despreocupados y bromeando, posan antes de viajar a las islas. Adolescentes apenas, con los ojos llenos de incertidumbre, una dura prueba los aguarda. Al regreso, no serán los mismos”.

Emoción por Juan Sandoval
“La última recomendación, el llanto apunto de aflorar, los hermanos más chicos parecen no comprender la situación. El recorte de diario se asocia a una despedida no deseada”.

Llegada (Foto: AFP)
“Los primero días. El esfuerzo y frío se hacen sentir. El peso del equipo obliga a agachar la cabeza y avanzar. Algunos, tienen tiempo para saludar y sonreír. Entre ellos la celeste y blanca”.


Torpedeado (Foto: archivo privado)
“Domingo 2 de Mayo de 1982, pasadas las 16. Dos estallidos sacuden el crucero General Belgrano. La mole herida por dos torpedos lanzados desde un submarino nuclear, comienza a escorar. En minutos se va a pique. Una cámara capta el momento. En aquellos primero minutos, más de 300 hombres pierden la vida. El resto escapa en botes inflables. Son más de 700. Un hecho decisivo para el devenir del conflicto”.

Alerta Roja por Eduardo Farre
“Al principio, cuando anunciaban algún ataque siempre miraba para arriba buscando la foto y como los ingleses llegaban al caer la tarde, no captaba nada. Ese día, miré para abajo esta toma en la calle Ross, frente a la casa donde vivíamos. Me quedó justa, la posición de los pies y la trompa del jeep con las luces encendidas” recuerda el fotógrafo Eduardo Farre.

El fin (Foto: AFP)
“En fila india y ya desarmados, estos conscriptos caminan hasta donde quedarán acantonados. Luego, regresarán al continente. Una sonrisa destaca entre tanta resignación y por supuesto, cierto alivio”.

Sobrevivientes por Osvaldo Zurlo
“Estás vivo, hijo querido” Con la emoción del reencuentro, las manos y el beso conjugan el fin de la angustia de meses de espera e incertidumbre”