lunes, 9 de noviembre de 2009

Proyecto argumentativo: primera versión

Diario:

Lunes 2 de Noviembre de 2009

Una vez claras las ideas en mi mente comienzo a plasmarlas en mi primera versión de trabajo argumentativo. Las palabras fluyen y comienzo a darme cuenta de que el “carácter liberal” por así decir, que pretendía que tuvieran fueron escurriéndose bajo una mirada más crítica del arte moderno y la comercialización del mismo.A diferencia de la segunda división presente en mi trabajo. El encuadre visto desde el lado del espectador recae en el aspecto metafórico y laxo que quería abarcar en la primera instancia.Ambas partes dirigidas desde una misma mirada se contraponen en las formas expositivas, variantes de léxico y tonalidad que se les fue atribuida. Sin embargo, creo que se contrarrestan desde la visión de una crítica externa hacia algo más íntimo que encuentra relación en la experiencia.

Primera versión:

Arte en crisis


Arte. En términos generales se llama arte a la actividad o producto en los que el hombre logra expresar emociones o ideas, incluso una visión del mundo o época, mediante diversos recursos. En la actualidad la noción de “arte” se encuentra sometida a una serie de profundas polémicas debido a una gran variación dependiente de una cultura, movimiento o simplemente, el grupo de personas para las cuales el término es productor de sentido.

Desde siempre el arte ha cumplido un papel social por demás de su estética predominante. Con el correr de los tiempos se ha previsto y utilizado como un medio para dar a conocer nuevas y viejas ideas, gustos e incluso convicciones religiosas y políticas. El arte es ante todo, una forma de comunicación. Una categoría más dentro de lo llamado Lenguaje Visual; un sistema con el que podemos enunciar mensajes y recibir información a través del sentido de la vista.

Hace un poco más de un siglo todas estas características y funciones han corrido la suerte de verse desplazadas por un oleaje provocativo e irradiador de vanguardias. Algo así como el trabajo del artista en la búsqueda del escándalo, variando entre lo inusual y lo atractivo, algo verdaderamente trascendental, hasta el mamarracho sofisticado.

Hoy en día el público que asiste a los museos, galerías o sectores donde el arte se democratiza (plazas públicas y centros culturales) se encuentran ante la falta de claves para la interpretación de este arte actual. Es entonces cómo el artista se cuela por debajo de las acostumbradas “racionalidades” del arte. Es preciso aclarar, que no es mi intención que el concepto de racionalidad enmarque dentro de determinados parámetros a algo tan significativo y abarcativo como lo es el arte mismo. Sin embargo, sí envuelve a todas aquellas modalidades que se encuentran por fuera de la expresión y el verdadero vanguardismo, encerrando tendencias comerciales, frutos de un modelo donde todo se ve envuelto en la preferencia del mercado.

La verdadera problemática ha de surgir en la imprecisión y en la no diferenciación del valor que se desprende de cada una de las obras. Muestras modernas de carácter relevante en todo nuestro país se presentan sin miedo alguno a esta intimidación. Los “grandes representantes del arte” como así se llaman entre ellos no son menos que artistas nacidos de la conveniencia del dinero. Eso sí que es arte fácil.

No son concientes que sus actos encuentran extensión y relevancia en los espectadores desilusionados que creen no estar en condiciones de pertenecer a un mundo tan amplio y extendido como es el arte.

El error recae plenamente sobre aquellos que de manera destructiva logran encuadrar bajo la fórmula del éxito o del mayor beneficio a todos los productos sin temer a distinciones. Persiguen su finalidad sin consideración de la verdadera esencia que hace a la maravillosidad de la expresión humana. Rompen con el ansiado ritual del encuentro espectador - obra.

Espectador debería ser todo aquel que aprecia una obra o asiste a un espectáculo. Un sujeto producto de la construcción del autor de una obra para que la aprecie.

El ritual del encuentro, la escena en la que los sentimientos del espectador se evocan. Transforman el fluir de la propia existencia. No se limitan a fronteras, nada es ajeno. La imaginación florece, transforma realidades. El tiempo no tiene límites ni fin.

Una obra de arte…aquella que produce un cambio en el observador. El umbral o portal a lo desconocido y que muchos ansiamos cruzar para explicarnos quiénes somos a nosotros mismos o como diría Italo Calvino “una respuesta sobre mí (…) en qué hora está mi vida”.

El espectador logra exponerse frente a lo expuesto. Nuestra propia ley de seguridad personal, nos obliga a someternos a innumerables medidas de protección y sin embargo, la obra rompe con el hermetismo. Invita al invisible e indomable buscador que habita en cada uno de nosotros a atreverse, a aventurarse en ese maravilloso desconocido. No se es la misma persona luego de exponerse a ella. La esencia de su origen, su respuestas, incluso sus nuevos enigmas quedan en la memoria de nuestro ser. Descubren nuevas formas para combinar sus ecos.

La comercialización en cambio, destruye el ámbito artístico. Genera nuevas modalidades dentro de los cuales el mayor logro de los próximos vanguardistas o pioneros será vender a toda costa sus obras, bajo los rasgos que caracterizan a la sociedad de consumo en la que nos vemos envueltos. De esta forma la plena esencia artística desaparecería. Dejarían a los espectadores, fuera de su mayor disfrute. La burbuja imaginativa, la mirada dócil y delicada, el silencio perpetuo, el recuerdo del detalle… todo arrebatado por una ola negra. ¿Quién decide que esto continúo siendo así o se detenga? Nosotros.

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